Seguramente si nuestras abuelas supieran
que en el ano 2013 los padres asistirían a escuelas de padres se morirían de la
risa o pensarían algo así como “los tiempos pasados fueron mejor“.
Claro que el tiempo de las abuelas los
ninos la mayoría recibió educación de parte de sus madres quienes permanecían
gran parte del día en casa.
Casas llenas de hermanos, con senoras que
ayudaban en el oficio y cuidado de los hijos con mujeres tranquilas o seguras
de encargarse solo del cuidado de los hijos.
Las mujeres actuales han asumido gran
responsabilidad económica y afectiva, con jornadas laborales extenuantes donde
los hombres no comparten de la misma manera la responsabilidad de los hijos
como las madres asumen la económica del hogar.
Lo que en parte genera esa necesidad de
escuelas de padres pues en estadísticas actuales del tiempo que un padre
comparte con un hijo es una parte muy pequena.
Un tiempo en el que el padre o madre no
alcanza a acompanar el proceso de crecimiento de ese hijos ni vivenciar sus
crisis particulares.
En medio del ejercicio de vida microondas
se espera que el hijo reaccione al ritmo que el padre espera sin acompanar sus
pequenas crisis de vida.
Y muchas veces se incrementa el conflicto
por una baja comprensión del problema o bajo conocimiento de los mismos.
El hijo no es el que él padre tiene en la
cabeza y viceversa, de tal modo que no se escuchan, ni comprenden y menos se
respetan pues cada uno espera que el otro sea o haga algo que no es.
En otro caso puede suceder que el padre o
madre lleve una mala relación con el hijo que más se le parece y no se de
cuenta que lo que detesta de él, aquellas cosas en las que le saca de quicio es
en las que reacciona más parecido a él.